Cuerpos diversos, cuerpos indiferenciados
Paz Carreño Hernandez
En nuestras últimas
conversaciones, hemos abordado desde distintos puntos de
vista el uso del cuerpo y el lenguaje como medio o
herramienta política. Las formas y usos de estos medios
varían de acuerdo a la lucha en la que se inscriben. En
la última de nuestras conversaciones el tópico central
fue el feminismo y la teoría queer, si bien no
profundizamos en las diferencias específicas de cada una
de las diversas teorías dentro de estos dos grandes
movimientos, abordamos el problema de manera general,
centrándonos principalmente en cómo estos movimientos
han hecho uso del cuerpo y el lenguaje para visibilizar
su malestar con el patriarcado.
Al respecto concordamos en que es una lucha que utiliza
la liberación del cuerpo, la estética y las
construcciones en torno a lo femenino y lo masculino,
como también un lenguaje, evadiendo las diferencias
binarias y la primacía de un género sobre otro. Se
cuestionan de esta manera nociones conservadoras y
restrictivas de lo que corresponde a femenino y
masculino, a hombre y mujeres, sin contemplar la
multiplicidad de identidades de género.
Pero ¿qué buscan estos movimientos en contra de la
dominación del patriarcado? Tanto como otros movimientos
políticos, un primer objetivo es la transformación del
sistema, de una norma o un estado de cosas que causa
malestar, que discrimina, restringe y categoriza. En el
fondo la lucha es por transformar la relación de
dominación. Pero dicha transformación parece realizarse
mediante la visibilización de una diversidad de género
que transgrede lo establecido. Los movimientos de
diversidad de género tanto feministas como queers,
buscan romper todas aquellas categorías establecidas
respecto al comportamiento, la forma, los deberes, las
cualidades y toda clase de subjetividades que
corresponderían a hombres y mujeres de maneras estricta
(ser delicadas, acogedoras, depiladas, dueñas de casa,
madres, en el caso de las mujeres; ser fuertes
proveedores, trabajadores poderosos, en el caso de los
hombres.) Pero necesitan, al mismo tiempo, ser
reconocidos de alguna manera: la búsqueda de
integración, de hecho, implica necesariamente que se les
nombre, adjetive, califique de alguna forma para poder
referirse a ellos.
Sin lugar a dudas, en una primera aproximación los
motivos por los cuales emprender acciones contra la
dominación parecen absolutamente aceptables. Sin embargo
no deja de ser un punto del conflicto la forma que toma
su reivindicación. En primer lugar la búsqueda de
reconocimiento. Si bien es fundamental en una sociedad y
en la constitución del propio sujeto la identidad, me
parece que es este mismo hecho lo que impide las
posibilidades, por ejemplo, de expresar el género y la
identidad de la manera que cada sujeto desee,
considerando además que los nombres y atributos son
aquello que se busca visibilizar.
Desde el momento en que aparecemos ante un otro que nos
observa y juzga, perdemos la posibilidad de mostrarnos
libres y romper con las categorías que nos dominan. La
búsqueda de aceptación y reconocimiento está presente de
manera transversal en las luchas o reivindicaciones de
todo tipo: los esclavos, los pobres, los negros, las
mujeres, los homosexuales, etc. Todos ellos han luchado
desde siempre por ser reconocidos –en la mayoría de los
casos como ciudadanos iguales en derechos– para así
librarse de aquello que los hizo en determinado momento
histórico diferentes y por ello discriminados. Y es esto
justamente lo paradójico, pues el considerarnos iguales,
el normalizar nuestra condición de absolutamente
distintos, el someternos a una norma que nos ampare, no
hace más que agudizar la discriminación, ya sea mediante
políticas pública o bien mediante nuevos juicios
morales. Incluso sería lógico en este sentido pensar que
esta búsqueda de reconocimiento es un llamado
desesperado por integrar aquello diferente en el mundo
de lo normado, de lo regularizado, de lo igual.
El problema es incluir la diversidad en la totalidad,
anulando las diferencias. ¿De qué manera entonces
podemos decir que estos movimientos resisten al poder?
Es contra intuitivo creer que integrarse es resistir.
Pero entonces ¿cómo resistir a la dominación? Si el
problema para los movimientos de géneros son las
categorías que discriminan y restringen la identidad de
los sujetos, una alternativa parece la anulación de
dichas categorías. Y sin embargo el problema que viene
inmediatamente es cómo constituimos la identidad de los
sujetos si no hay categorías cualidades o adjetivos que
distinguen a unos de otros, que hagan patente dicha
diferencia. ¿Cómo resistir entonces al uso de categorías
sin perjudicar la identidad de los sujetos? En suma, se
trata del problema de la identidad frente a la
resistencia, si bien es evidentemente un problema dentro
de las lógicas del poder. ¿Cómo es posible pensar una
resistencia que no caiga nuevamente en sistemas de
dominación?
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