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   c  r  ó  n  i  c  a

19/10/2016


Cuerpos diversos, cuerpos indiferenciados

Paz Carreño Hernandez

En nuestras últimas conversaciones, hemos abordado desde distintos puntos de vista el uso del cuerpo y el lenguaje como medio o herramienta política. Las formas y usos de estos medios varían de acuerdo a la lucha en la que se inscriben. En la última de nuestras conversaciones el tópico central fue el feminismo y la teoría queer, si bien no profundizamos en las diferencias específicas de cada una de las diversas teorías dentro de estos dos grandes movimientos, abordamos el problema de manera general, centrándonos principalmente en cómo estos movimientos han hecho uso del cuerpo y el lenguaje para visibilizar su malestar con el patriarcado.

Al respecto concordamos en que es una lucha que utiliza la liberación del cuerpo, la estética y las construcciones en torno a lo femenino y lo masculino, como también un lenguaje, evadiendo las diferencias binarias y la primacía de un género sobre otro. Se cuestionan de esta manera nociones conservadoras y restrictivas de lo que corresponde a femenino y masculino, a hombre y mujeres, sin contemplar la multiplicidad de identidades de género.

Pero ¿qué buscan estos movimientos en contra de la dominación del patriarcado? Tanto como otros movimientos políticos, un primer objetivo es la transformación del sistema, de una norma o un estado de cosas que causa malestar, que discrimina, restringe y categoriza. En el fondo la lucha es por transformar la relación de dominación. Pero dicha transformación parece realizarse mediante la visibilización de una diversidad de género que transgrede lo establecido. Los movimientos de diversidad de género tanto feministas como queers, buscan romper todas aquellas categorías establecidas respecto al comportamiento, la forma, los deberes, las cualidades y toda clase de subjetividades que corresponderían a hombres y mujeres de maneras estricta (ser delicadas, acogedoras, depiladas, dueñas de casa, madres, en el caso de las mujeres; ser fuertes proveedores, trabajadores poderosos, en el caso de los hombres.) Pero necesitan, al mismo tiempo, ser reconocidos de alguna manera: la búsqueda de integración, de hecho, implica necesariamente que se les nombre, adjetive, califique de alguna forma para poder referirse a ellos.

Sin lugar a dudas, en una primera aproximación los motivos por los cuales emprender acciones contra la dominación parecen absolutamente aceptables. Sin embargo no deja de ser un punto del conflicto la forma que toma su reivindicación. En primer lugar la búsqueda de reconocimiento. Si bien es fundamental en una sociedad y en la constitución del propio sujeto la identidad, me parece que es este mismo hecho lo que impide las posibilidades, por ejemplo, de expresar el género y la identidad de la manera que cada sujeto desee, considerando además que los nombres y atributos son aquello que se busca visibilizar.

Desde el momento en que aparecemos ante un otro que nos observa y juzga, perdemos la posibilidad de mostrarnos libres y romper con las categorías que nos dominan. La búsqueda de aceptación y reconocimiento está presente de manera transversal en las luchas o reivindicaciones de todo tipo: los esclavos, los pobres, los negros, las mujeres, los homosexuales, etc. Todos ellos han luchado desde siempre por ser reconocidos –en la mayoría de los casos como ciudadanos iguales en derechos– para así librarse de aquello que los hizo en determinado momento histórico diferentes y por ello discriminados. Y es esto justamente lo paradójico, pues el considerarnos iguales, el normalizar nuestra condición de absolutamente distintos, el someternos a una norma que nos ampare, no hace más que agudizar la discriminación, ya sea mediante políticas pública o bien mediante nuevos juicios morales. Incluso sería lógico en este sentido pensar que esta búsqueda de reconocimiento es un llamado desesperado por integrar aquello diferente en el mundo de lo normado, de lo regularizado, de lo igual.

El problema es incluir la diversidad en la totalidad, anulando las diferencias. ¿De qué manera entonces podemos decir que estos movimientos resisten al poder? Es contra intuitivo creer que integrarse es resistir. Pero entonces ¿cómo resistir a la dominación? Si el problema para los movimientos de géneros son las categorías que discriminan y restringen la identidad de los sujetos, una alternativa parece la anulación de dichas categorías. Y sin embargo el problema que viene inmediatamente es cómo constituimos la identidad de los sujetos si no hay categorías cualidades o adjetivos que distinguen a unos de otros, que hagan patente dicha diferencia. ¿Cómo resistir entonces al uso de categorías sin perjudicar la identidad de los sujetos? En suma, se trata del problema de la identidad frente a la resistencia, si bien es evidentemente un problema dentro de las lógicas del poder. ¿Cómo es posible pensar una resistencia que no caiga nuevamente en sistemas de dominación?

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