c t i v i d a d e s



Congreso internacional:
Derrida político
Responsabilidad, perdón, justicia

27-30 de noviembre de 2017


Auditorio 1 de Filosofía

 


A cincuenta años de la publicación de sus primeros textos, el nombre de Jacques Derrida resulta indisociablemente ligado al proyecto de la deconstrucción, al de esa corriente del pensamiento que se anuncia bajo el signo de la programática refutación de toda tesis que se pretende fundamental y esencial, o que se supone originaria y pura. La deconstrucción trata de poner en tela de juicio las herencias conceptuales de la metafísica para mostrar la imposibilidad de su fundamentación.

La deconstrucción, como se sabe, ha suscitado muchas críticas, por parte de varias corrientes filosóficas, que desde distintos puntos de vista la han acusado de nihilista y superficial, o de mostrarse irresponsable rescpecto de tareas filosóficas concretas, y en particular por lo que concierne a sus eficacias políticas. El Congreso internacional “Derrida político: responsabilidad, perdón, justicia” se propone discutir la tesis inversa. Deseamos convocar al análisis conjunto de los alcances políticos que la deconstrucción inspira y a poner de relieve el modo en que ella excede los discursos puramente especulativos. Como dijo Derrida en Fuerza de ley, con una afirmación todo menos que evidente, “la deconstrucción es la justicia”: esta afirmación quizás, únicamente se entienda si se asume que la aporía, lejos de ser un punto de interrupción insuperable del gesto filosófico, logra mantener abierto e incierto el horizonte de su efectividad, y consigue sobrepasar el proyecto especulativo para encarnarse en un gesto performativo. Es en éste movimiento donde se juega la vocación política de la deconstrucción.

Las tres nociones que hemos puestos en el centro de nuestra interrogación (la responsabilidad, el perdón y la justicia), lejos de ser las únicas, o de poder elevarse a elementos ejemplares de la dimensión política de la deconstrucción, permiten interrogarse, en todos sus matices, sobre la especificidad y la complejidad de la relación del pensamiento deconstructivo con la aporía. Responsabilidad, perdón y justicia se configuran frente a un imposible: no se puede nunca ser responsable sin asumir el fondo de irresponsabilidad de toda decisión; no se puede perdonar sino lo imperdonable, ya que todo lo “perdonable” (lo explicable, lo comprensible) no necesita de un auténtico perdón; asimismo la promesa de justicia no se efectua sino asociada a la estructura temporal mesiánica de un porvenir que se mantiene separado del presente. Sin embargo, estas aporías, lejos de indicar puntos de bloqueo o una pasividad sin salida, pretenden abrirnos a la necesidad de un exceso. La responsabilidad se asume desde un gesto capaz de romper la mera economía de la ponderación; el perdón se realiza solo superando la barrera de lo imperdonable y haciendo un paso imposible; la justicia ordena hacer vacilar el presente con la incondicionalidad del porvenir. La reflexión derridiana, en todos sus niveles, trata de luchar para destituir la certeza del presente, del derecho y de la economía, abriendo el tejido histórico a una inquietud abismal y vertiginosa con un camino cuyos bordes no están definidos por un saber o una orientación previa, un camino que pretende superar los límites de la biopolítica y de las problemáticas más profundas del ejercicio de la soberanía.

Por esto, es que Derrida insistía en varias ocasiones en que la deconstrucción no puede ser reducida a un ejercicio de crítica. “La deconstrucción no es una operación crítica –se lee en Points de suspensión– […], [ella] recae siempre, en un momento o en otro, sobre la confianza concedida a la instancia crítica, crítico-teórica, es decir, capaz de decidir, a la posibilidad última de lo decidible; la deconstrucción es deconstrucción de la dogmática crítica”. La apuesta de esta afirmación no es secundaria, sobre todo si la crítica se entiende como un trabajo racional de objeciones a una tesis definida en vistas a obtener una transparencia progresiva de sus presupuestos, y asume la posibilidad de un camino dirigido asintóticamente hacia la verdad. Es desde otro lugar que la deconstrucción, más que ofrecerse a transparentar el sentido de sus objetos o a encontrar un punto de lucidez oponiéndose a otra mirada, desconstruye los cimientos que levantaron las distinciones y los contrastes críticos.

Esto indica un modo alternativo de compromiso con la actualidad, en la que la apuesta de la responsabilidad se vuelve indisociable de la de una soberanía entendida como el momento extra-legal, sobrehumano (o infrahumano) a partir del cual se dispone el poder, lo que nos abre al problema zoopolítico detectado por Derrida en sus últimos seminarios. Del mismo modo, Derrida discute con Jankélévitch sobre el axioma de un perdón imposible frente a los campos de exterminio, con argumentos que también podrían ser traspolados a otras conyunturas históricas de dictadura, genocidio o tortura, y que hacen visible la imposibilidad de cualquier tipo de economía de memoria y olvido. Algo parecido ocurre en relación a la justicia y a la memoria histórica, que solo mantienen sentido cuando son pensadas desde un carácter mesiánico, y al borde del abismo que las convoca. La necesidad de un juego funambulesco frente a ese espacio abismal es el del “sí”, el de la afirmación de la vida, que tanto interesa al último Derrida y que libera la ocasión para un exceso que hace posible la venida de lo imposible, como un acontecimiento real y siempre inminente.

En el Congreso internacional “Derrida político: responsabilidad, perdón, justicia”, se abrirá diálogo sobre todos estos temas, invitando a enfocarnos principalmente el motivo performativo de la deconstrucción, la efectividad de la aporía, el problema de la soberanía democrática, la posibilidad ético-política del perdón y el motivo mesiánico de la justicia.




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